Periódicamente algún alumno se recibe de piloto, luego de un arduo trabajo de aprendizaje, que puede llevar un mínimo de dos meses, hasta un máximo de dos años. Los hay de todas las edades, desde los 17 años hasta los 65, de ambos sexos, unos más entusiastas que otros, pero todos con un común denominador: la aviación y el sueño de poder volar.
En este mes de Marzo se "cocino" la primer promoción de pilotos del Aeroclub Ushuaia, entre ellos Ciro Luna Dapozo, estudiante de Guión de Cine, 22 años, que quedó flechado desde pequeño viendo los documentales de aviación, quien alterna este hobie con los de dibujar y escribir.
Otro integrante del pelotón, es un empleado de operaciones de la Dirección de Puertos, Gonzalo Ezequiel Salas, 34 años, quien también practica la fotografía, juega al fútbol y se aficiona a la pesca, cuando no está volando en sus ratos libres. "De chico soñaba con ser astronauta… ¡hasta la explosión del Challenger!!", comenta Gonzalo.
Como esta pasión atraviesa transversalmente a la sociedad, un obrero metalúrgico de 26 años, Alejandro Gunter, también logró sus alas y hoy recuerda con afecto el quedarse "fascinado al ver pasar un avión en el cielo, siguiendo todo el recorrido hasta que desaparecía. Iba al Aeroclub a mirar los aviones desde atrás de la reja y sacaba fotos, pero nunca imagine que iba a poder hacer el curso."
Finalmente, un conocido empleado de una tradicional librería de Ushuaia, pasó el examen que lo consagra como Piloto Privado de Avión (PPA). Su nombre es Joaquín Martínez Cartier.
Todos bajo la férrea mirada de su instructor Pablo "Sensei" Jofré, con casi 2000 horas voladas en Tierra del Fuego, que hace gala a su apodo puesto que ha demostrado con creces ser un verdadero Sensei aeronáutico "que es el término japonés con que se designa a un maestro, un sabio o a una persona docta".
Aunque en la práctica nunca podremos saber si los alumnos lo bautizaron por eso o por su corte de pelo "Zero" japonés (no se le ven los "remaches").
Justamente con Ciro compartieron una experiencia escalofriante. Cuenta Ciro que "en mi hora número 7 de alumno, en pleno despegue y con poca altitud, noté algunas vibraciones en el avión y una disminución de la potencia. Antes de poder decir nada, mi instructor -que también lo había notado- tomó instantáneamente el mando de la aeronave y efectuó un viraje de 180° volviendo a la pista, mientras sudaba la gota gorda. Con toda la inocencia del mundo no entendía qué pasaba y cuando tocamos tierra, sin saberlo, había tenido mi primera emergencia real".
Unas bujías emperladas habían ocasionado una súbita pérdida de potencia que ocasionaron que el avión volviera de inmediato a la pista. A los días Pablo y Ciro ya estaban volando nuevamente el mismo avión y practicaban -como es habitual- emergencias simuladas.
Alejandro destaca la camaradería que se vive a diario en el club y "la manera en que te incentivan para que sigas adelante". Todos coinciden con esta apreciación pero también critican algunos aspectos negativos, que tienen que ver con las diferencias de género: "Las alumnas -a diferencia de los hombres- no son puestas a barrer el hangar o a limpiar la grasa de los aviones o a mover los mismos en plataforma o a cargarles combustible. Cada vez noto más la presencia de ellas, pero el trato con las mujeres suele se mas "suave" por su misma condición femenina", se queja Ciro.
"Recuerdo que en la segunda hora de vuelo con Pablo, nos pasó cerquita un Aribus 340 de Aerolíneas que recien despegaba. Me encantó ver una cosa así y me convenció que lo que estaba haciendo era lo que yo quería" nos dice Gonzalo.
El inspector de Vuelo de la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC) que -en esta oportunidad- tomó el examen (tanto práctico como teórico) es el TLA Alejandro E. Cascante quien exhibe una colección importante de logros aeronáuticos y que -además- es Inspector de Líneas Aéreas.
El día del examen presentaba condiciones meteorológicas adversas: para variar vientos fuertes del Oeste, cruzados a la pista en uso, bastante turbulencia y rachas fuertes de viento. Como no podía ser de otra manera. el primer ejercicio práctico que propuso Don Alejandro fue el de resolver una emergencia de pérdida de potencia de motor, la que fue resuelta con absoluta prolijidad por el alumno.